Tema 8: La novela española en las tres décadas posteriores a la Guerra Civil: Cela, Carmen Laforet, Delibes y Martín Santos.
Los efectos de la Guerra Civil se dejaron notar, al igual que había ocurrido con la poesía y el teatro, en el campo de la novela, y se creó, al igual que en los otros géneros literarios, una "novela española en el exilio", muy poco conocida dentro de la España de la época (por problemas con la censura), cuyos máximos representantes son Francisco Ayala, Ramón J. Sender y Max Aub. Sin embargo, a pesar de la censura, el exilio y el aislamiento político y cultural de España respecto al mundo, la novela española tuvo un notable cultivo en los años 40, más que en los años precedentes a la guerra civil.
La novela en la década de los 40.
La literatura española de los años cuarenta está dominada por la angustia y el desarraigo. En el ámbito de la novela, que se encuadra dentro de la estética del realismo y se mantiene al margen de las grandes innovaciones de la novela europea y americana, cabe destacar el realismo existencial, que irrumpe en esta época de la mano de La familia de Pascual Duarte (1942) de Camilo José Cela, y de Nada, de Carmen Laforet, esta última novela ganadora del Premio Nadal en 1945. Este mismo premio servirá en 1947 para descubrir a Miguel Delibes por La sombra del ciprés es alargada, novela que responde a la misma estética de las anteriores. La novela del realismo existencial se caracteriza por los siguientes rasgos:
-Está centrada en un personaje antiheroico, enfrentado a una sociedad indiferente y hostil, con ciertos ecos de la novela picaresca, en el caso de La familia de Pascual Duarte.
-Predomina el relato en 1ª persona, dando importancia especial al mundo interior del personaje.
-Se plantean temas como la amargura de la vida cotidiana, la soledad, la frustración, la violencia y la muerte. Temas, pues, de signo negativo, que reflejan la angustia del hombre en el mundo.
- El estilo es sobrio y sencillo, en el que destaca especialmente la abundancia de vocabulario cargado de connotaciones negativas, lo que acentúa el clima de tristeza, pesimismo y desencanto por la vida.
-Cierto tremendismo (realismo que acentúa la violencia y los episodios crueles y a veces repulsivos, con un lenguaje desgarrado y crudo), inaugurado por La familia de Pascual Duarte.
Cabe resaltar que en los años 40 se dan ya a conocer dos autores que dominarán el panorama novelístico español durante toda la segunda mitad del s. XX: Cela y Delibes, al que hay que añadir también Gonzalo Torrente Ballester.
La novela en la década de los 50
Con la Guerra Fría, en los años 50, España empieza a salir del aislamiento y se incorpora a algunos organismos internacionales, en la órbita de EEUU. El incipiente desarrollo del turismo y la industria trae cierta recuperación económica y cambios en los estilos de vida. La novela de esta época se preocupa por dejar constancia de los problemas económicos y sociopolíticos del país, señalando las desigualdades e injusticias sociales, como también ocurre con la poesía y el teatro de este momento. Los autores pretenden dar testimonio objetivo de la sociedad en la que viven.
Se observan dos grandes tendencias:
a) realismo social → se inicia con una novela de Camilio José Cela publicada en 1952, La colmena. Los autores sociales pretenden retratar la composición de la sociedad española de esos años sin ocultar la miseria del mundo de postguerra. Se puede interpretar como un retrato de la España de los vencidos en la Guerra civil. A veces, junto al retrato de la sociedad de la postguerra, los narradores se atreven a dar un sesgo crítico a sus obras, dentro de lo posible, con referencias a la situación política de la época. En este grupo podemos poner a Miguel Delibes y sus novelas ambientadas en una Castilla miserable (Las ratas).
b) realismo objetivo o behaviorista (realismo experimental) → algunos autores tratan de adaptar al realismo español algunas innovaciones de estilo características de la novela moderna. En concreto, el behaviorismo (de “behavior”, palabra inglesa que significa “conducta”) trata de utilizar técnicas de narración objetiva con el fin de caracterizar a los personajes simplemente por su forma de hablar y actuar, sin intervenciones del narrador ni del autor (se nos cuenta sólo lo que los personajes hablan y hacen, pero no conocemos ni sus pensamientos, ni sus motivos). La gran novela del realismo objetivo es El Jarama (1955) de Rafael Sánchez Ferlosio.
La novela de los años 50 se caracteriza por los siguientes rasgos:
-Se utiliza la técnica del personaje colectivo, bien perteneciente al mundo rural (Los bravos, de Fernández Santos), bien al mundo obrero (El Jarama, de Sánchez Ferlosio), bien al mundo burgués (las novelas de García Hortelano), bien a toda una ciudad (La colmena, de Cela).
-Nuevas posibilidades para el narrador. Puede contener la voz y las opiniones del autor (autor implícito) o puede desaparecer de la novela dejando visible solo la voz de los personajes. En todo caso, el narrador queda oculto tras los hechos y las palabras de los personajes; por eso, los diálogos son omnipresentes.
-El realismo objetivista (típico de esta novela) es llevado hasta sus máximas consecuencias en El Jarama y en las novelas de García Hortelano.
-Reducción del tiempo y del espacio (por ejemplo, en El Jarama, la acción se concentra en un solo día -un domingo- y en un solo lugar, a orillas del río Jarama.).
- El montaje de la trama muchas veces se realiza en secuencias, como en el cine.
- Las historias que se cuentan en las novelas se ambientan en la época a la que pertenece el autor que las escribe.
- En cuanto al lenguaje, se emplean coloquialismos propios del habla popular, el estilo directo y se realizan descripciones de los ambientes y paisajes.
-Los autores principales fueron niños durante la guerra y educados en una España monocroma y uniforme, se revelan más solidarios -entre sí y ante el problema de su pueblo- que sus antecesores. Cabe citar a Rafael Sánchez Ferlosio, Jesús Fernández Santos, García Hortelano, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Ignacio Aldecoa, etc. Naturalmente, los autores de la generación anterior siguen escribiendo (Cela, Delibes, etc.)
Hitos importantes:
-1951: publicación de La colmena, de C.J.Cela, novela que inicia la corriente de novela social.
-1954: Los bravos, de Jesús Fernández Santos.
-1956: El Jarama, de Sánchez Ferlosio.
En estos años, además, se produce un extraordinario auge del relato corto, que permitía a los escritores reproducir en pocas páginas un ambiente o situación. Estos cuentos se caracterizan por la ausencia de mensaje explícito, la gran variedad temática y el cuidado en la expresión. Cabe destacar los cuentos de Ignacio Aldecoa.
La novela en los años 60.
La novela de los años 60 ha sido denominada “novela estructural” (por el crítico Gonzalo Sobejano) y también “novela experimental”, pues se abandona el realismo anterior, ya gastado, y se empiezan a utilizar técnicas novedosas en España, entre las que cabe citar las siguientes:
-Escasa acción y, en ocasiones, desaparición del argumento.
-Cuidado por la estructura.
-Uso del monólogo interior, bien en 1ª persona, o dirigido a un “tú” narrativo (como ocurre en Cinco horas con Mario, de Miguel Delibes).
-Mezcla de diversos estratos lingüísticos (por ej., en Tiempo de silencio, de Luis Martín Santos).
-Multiperspectivismo: los acontecimientos se presentan desde diferentes puntos de vista (Tiempo de silencio)
-Ruptura del tiempo lineal (prolepsis y analepsis).-Alternancia de espacios y tiempos diferentes.
-La división tradicional en capítulos se sustituye por secuencias separadas por espacios en blanco, a veces de manera aparentemente caprichosa (Tiempo de silencio, Cinco horas con Mario. etc.)
-Revalorización de la imaginación (Álvaro Cunqueiro)
Este cambio de estética que se da en la novela de los años 60 obedece a varias causas:
-Cansancio del realismo anterior.
-La irrupción de la novela hispanoamericana (en 1962 se concede el premio "Biblioteca Breve" de la editorial Seix Barral a Vargas Llosa por su novela La ciudad y los perros, hecho que marca el comienzo de la difusión en España de los novelistas hispanoamericanos).
-El conocimiento de la obra de los autores exiliados.
-La influencia de los grandes renovadores de la novela universal contemporánea (Marcel Proust, James Joyce, Franz Kafka...), cuyas obras, con mucho retraso, habían podido ya ser leídas y asimiladas por los narradores españoles.
-La flexibilización de la censura (ley Fraga de 1966)
En cuanto a los autores, cabe citar a Luis Martín Santos, C.J.Cela (San Camilo 1936), Juan Goytisolo, Miguel Delibes (Cinco horas con Mario), Juan Marsé, Juan Benet...
Un año importante es 1 962, por la publicación de La ciudad y los perros, de Vargas Llosa y de Tiempo de Silencio, de Luis Martín Santos, novela fundacional de la nueva corriente experimental.
AUTORES
La obra de Carmen Laforet. (Barcelona,1921-Majadahonda, 2004)
Ganó, con 23 años, la 1ª edición del Premio Nadal con su novela Nada, que obtuvo un enorme éxito de público y de crítica. La novela sigue el itinerario de la joven Andrea, que recién terminada la Guerra Civil española se traslada a Barcelona, cargada de ilusiones y dispuesta a emprender sus estudios universitarios. Sus ansias juveniles y sus expectativas chocan con el mundo gris, cargado de violencia, que representan su abuela y sus tíos que la acogen en su casa. No solamente asistimos a la pobreza de la posguerra, sino, sobre todo, la estrechez mental de la gente, su hipocresía, su mezquindad, sus odios, los pequeños y grandes abusos que se esconden con disimulo y la monotonía de unas vidas sin auténticos alicientes.
La producción literaria de la escritora no es muy amplia. En 1950 publicó La isla y los demonios, novela ambientada en Canarias, donde se había criado. En 1955, La mujer nueva, que refleja sus propias experiencias religiosas, y que tiene como tema central la fe de la protagonista, Paulina, una mujer que pasa de criticar a la Iglesia a practicar la religión católica. Siguió, en 1963, La insolación, primer volumen de la trilogía Tres pasos fuera del tiempo, de la que no llegó a publicar los otros dos tomos.
También escribió novelas cortas, libros de cuentos y narraciones de viaje. Casi toda su obra gira en torno a un mismo tema central: el enfrentamiento entre el idealismo juvenil y la mediocridad del entorno.
La obra de Camilo José Cela (Iria Flavia, 1916-2002, Premio Nobel en 1989)
Se ha destacado la importancia de la obra de Cela en el resurgimiento de la novela de la posguerra. La familia de Pascual Duarte (1942), que entronca con la novela picaresca, cuenta la historia brutal de un campesino extremeño (entonces la región más atrasada de España) que, por unos motivos u otros, comete una serie de asesinatos, entre ellos el de su propia madre. El ambiente es absolutamente sórdido y los detalles truculentos se suceden sin parar (por ejemplo: el padre de Pascual Duarte da palizas constantes a sus hijos y muere por la mordedura de un perro rabioso; al hermano pequeño de Pascual, que es retrasado, unos cerdos le comen las orejas y el amante de su madre le da patadas cuando se emborracha; finalmente, muere ahogado en una tinaja deaceite de oliva; la otra hermana es violada por el amante de la mujer de Pascual y luego es obligada a prostituirse, etc.). La novela tuvo mucha repercusión y dio lugar a un estilo llamado “tremendismo”, consistente en hilar escenas violentas e impactantes (“tremendas”), pero narrándolas con distanciamiento.El ambiente rural de la España anterior a la guerra civil y las circunstancias familiares en las que crece Pascual se caracterizan por la pobreza, la crueldad y la brutalidad. Su relato está presidido por la violencia, que le lleva a matar a dos animales y a asesinar a dos personas, una de las cuales es su madre.
Con La Colmena (1951), Retrata la sociedad madrileña en 1942, con sus muchas miserias económicas y morales, por medio de pequeñas escenas y gran cantidad de personajes. Toma como punto de partida a los parroquianos de una cafetería y, a partir de ahí, va enlazando las escenas. El ambiente presentado es repulsivo, muchos personajes son estúpidos y ruines o apáticos e impotentes.
Cela inicia el realismo objetivista, aunque el narrador en 3ª persona interviene de forma constante, opina y enjuicia con ironía y sarcasmo, y a veces, en 1ª persona, se dirige a los lectores. La obra destaca por su protagonista colectivo (unos 300 personajes de diferentes estratos sociales), por su estructura en secuencias separadas por espacios en blanco (como las “celdillas” de una colmena), por el predominio del diálogo y por el tiempo reducido de la historia (tres días). Los temas importantes de la novela son la pobreza y el sexo, constantemente presente porque es una manera de evadirse de la miseria y el aburrimiento de una sociedad hambrienta y sórdida del Madrid de la posguerra: “ese sepulcro, esa cucaña, esa colmena…”
La obra tuvo mucho éxito en su época. Cela la publicó primeramente en Hispanoamérica, supuestamente para evitar cortes de la censura. Esta maniobra hizo que en España se esperase la obra con inmensa expectación.
La narrativa de Cela está en perpetua evolución: además de las novelas citadas, participó también de la renovación y la experimentación, como en San Camilo, 1936 (1969), toda ella un monologo interior, Oficio de tinieblas 5 (1973) o, Mazurca para dos muertos (1983). También son muy importantes sus libros de viajes, entre los que destaca Viaje a la Alcarria (1948) y sus relatos cortos.
La obra de Miguel Delibes (Valladolid, 1920-2010).
Sus novelas se centran en dos temas fundamentales: por un lado, el estudio de las costumbres de la burguesía urbana de la posguerra y la transición, y, por otro, el análisis de la realidad rural castellana (con una visión que mezcla lo poético y lo crítico). En sus últimos años (ya en la democracia), practicó otros géneros de novela como la histórica (El hereje).
Delibes presenta la evolución característica de los novelistas de posguerra:
· Sus primeras novelas presentan un estilo realista y existencial propio de los años 40: reflejan el crecimiento moral de sus personajes en un mundo conflictivo. Son los años de novelas como La sombra del ciprés es alargada o El camino.
· En los años 50 escribe las novelas que reflejan mejor sus dos temas favoritos. La principal obra de estos años es Las ratas, que refleja la tendencia social de la novela de aquellos años (el protagonista, un muchacho semisalvaje llamado el Nini, vive de la caza de ratas, con las cuales se alimenta y que simbolizan la miseria del mundo rural castellano).
· En los años 60 escribe varias novelas experimentales, entre las que destaca Cinco horas con Mario (1966), un largo monólogo en 2ª persona, en el que una mujer se confiesa ante el cadáver de su marido. La narrativa de Delibes desde los años 60 ahonda en su estilo y en los temas que le son propios en obras que combinan lo humorístico (El príncipe destronado) con la crítica social (Los santos inocentes).
La obra de Luis Martín Santos (1924-1964).
Médico psiquiatra, muerto prematuramente en un accidente, su gran contribución a la novela de posguerra es Tiempo de silencio (1962), en esta novela relata la desgraciada peripecia de un joven e idealista investigador médico que se ve implicado en el caso de un aborto clandestino en un poblado chabolista. Aunque es parte de la alta burguesía, entra en contacto con los habitantes del poblado porque le suministran ratas vivas para sus experimentos; descubre su miseria e intenta ayudarles. Una chica del poblado intenta abortar con un método casero que provoca que se desangre. Cuando se entera de lo que está pasando, el investigador acude a salvarla, pero es en vano. El novio de la chica le acusa de no hacer lo suficiente y, en venganza, acuchilla a la novia del investigador. Desesperado, el protagonista deja su trabajo, se marcha de Madrid y acepta una plaza de médico en un pueblo.
Como vemos, la novela describe una España atrasada, brutal, injusta, con grandes desigualdades que nadie intenta solucionar. Lo novedoso radica en las técnicas narrativas: estructura compleja, empleo de la parodia de varios géneros (es famosa la parodia de un discurso del filósofo Ortega y Gasset), mezcla de registros lingüísticos (desde un estilo hiperculto y alambicado a la jerga del lumpen) y de géneros narrativos (novela policiaca, novela sentimental...), alternancia de la persona narradora, uso del monólogo interior, digresiones ensayísticas, experimentos con el tipo de letra, etc. Tiempo de silencio es la novela fundacional, y a la vez emblemática, de la novela experimental de los años 60.
Explica a qué tendencia de la novela de la posguerra española pertenece este texto de Cela, razonando la respuesta.
«Yo, señor, no soy malo, aunque no me faltarían motivos para serlo. Los mismos cueros tenemos todos los mortales al nacer y, sin embargo, cuando vamos creciendo, el destino se complace en variarnos como si fuésemos de cera y en destinarnos por sendas diferentes al mismo fin: la muerte. Hay hombres a quienes se les ordena marchar por el camino de las flores, y hombres a quienes se les manda tirar por el camino de los cardos y de las chumberas. Aquellos gozan de un mirar sereno y al aroma de su felicidad sonríen con la cara del inocente; estos otros sufren del sol violento de la llanura y arrugan el ceño como las alimañas por defenderse. Hay mucha diferencia entre adornarse las carnes con arrebol y colonia, y hacerlo con tatuajes que después nadie puede borrar ya»
Cuando murió no había cumplido todavía los diez años, el pobre no pasó de arrastrarse por el suelo como si fuese una culebra y de hacer unos ruiditos con la garganta y con la nariz como si fuese una rata, eso fue lo único que aprendió, Tonto había nacido, tonto había de morir, tardó año y medio en echar el primer diente. Teniendo la criatura cuatro años, un guarro le comió las dos orejas, se pasaba los días y las noches llorando y aullando como un abandonado y se pasaba los meses tirado por los suelos, comiendo lo que le echaban, y tan sucio que aun a mí que nunca me lavé demasiado, llegaba a darme repugnancia. Le entraban unos corajes que se ponía como loco.
Me acuerdo que un día que le dieron esos ataques, le dio por atacar al Señor Rafael, le mordió en una pierna, y este con la otra pierna le arreó tal patada es una de las cicatrices que lo dejó como muerto y sin sentido. El vejete se reía como si hubiera hecho una hazaña, la criatura se quedó tirada todo lo largo que era, y mi madre, ruin, no lo cogía y se reía haciéndole el coro al señor Rafael.
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Desde el suelo veía la otra orilla, los páramos del fondo y los barrancos ennegrecidos, donde la sombra crecía y avanzaba invadiendo las tierras, ascendiendo las lomas, matorral a matorral, hasta adensarme por completo; parda, esquiva y felina oscuridad, que las sumía en acecho de alimañas. Se recelaba un sigilo de zarpas, de garras y de dientes escondidos, una noche olfativa, voraz y sanguinaria, sobre el pavor de indefensos encames maternales; campo negro, donde el ojo de cíclope del tren brillaba como el ojo de una fiera.
–Bueno, cuéntame algo.
Aún había muchos grupos de gente en la arboleda; se oía en lo oscuro la musiquilla de una armónica. Era una marcha lo que estaba tocando, una marcha alemana, de cuando los nazis.
–Anda, cuéntame algo. Tito.
–Que te cuente, ¿el qué?
–Hombre, algo, lo que se te ocurra, mentiras, da igual. Algo que sea interesante.
–¿Interesante? Yo no sé contar nada, qué ocurrencia. ¿De qué tipo? ¿Qué es lo interesante para ti, vamos a ver?
–Tipo aventuras, por ejemplo, tipo amor.
–¡Huy, amor! –sonreía, sacudiendo los dedos–, ¡No has dicho nada! ¿Y de qué amor? Hay muchos amores distintos.
–De los que tú quieras. Con que sea emocionante.
–Pero si no sé relatar cosas románticas, mujer, ¿de dónde quieres que lo saque? Eso, mira, te compras una novela.
–¡Bueno! Hasta aquí estoy ya de novelas, hijo mío. Ya está bien de novelas, ¡bastantes me tengo leídas! Además es ahora, ¿qué tiene que ver?, que me contaras tú algún suceso llamativo, aquí, en este rato.
Tito estaba sentado, con la espala contra el tronco; miró al suelo, hacia el bulto de Lucita, tumbada a su izquierda; apenas le entreveía lo blanco de los hombros, sobre la lana negra del bañador, y los brazos unidos por detrás de la nuca.
–¿Y quieres que yo sepa contarte lo que no viene en las novelas? –le dijo–. ¿Qué me vas a pedir?, ¿ahora voy a tener más fantasía que los que las redactan? ¡Entonces no estaba yo despachando en un comercio, vaya chiste!
–Por hacerte hablar, ¿qué más da?, no cuentes nada. Pues todas traen lo mismo, si vas a ver, tampoco se estrujan los sesos, unas veces te la ponen a Ella rubia y a Él moreno, y otras sale Ella de morena y Él de rubio; no tienen casi más variación.
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Solo aquí, qué bien, me parece que estoy encima de todo. No me puede pasar nada. Yo soy el que paso. Vivo. Vivo. Fuera de tantas preocupaciones, fuera del dinero que tenía que ganar, fuera de la mujer con la que me tenía que casar, fuera de la clientela que tenía que conquistar, fuera de los amigos que me tenían que estimar, fuera del placer que tenía que perseguir, fuera del alcohol que tenía que beber. Si estuvieras así. Manténte ahí. Ahí tienes que estar. Tengo que estar aquí, en esta altura, viendo cómo estoy solo, pero así, en lo alto, mejor que antes, más tranquilo, mucho más tranquilo. No caigas. No tengo que caer. Estoy así bien, tranquilo, no me puede pasar nada, porque lo más que me puede para es seguir así, estando donde quiero estar, tranquilo, viendo todo, tranquilo, estoy bien, estoy bien, estoy muy bien así, no tengo nada que desear.
Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo la maté. ¿Por qué? ¿Por qué? Tú no la mataste. Estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no la maté. Ya estaba muerta. Yo no fui. No pensar. No pensar. No pienses. No pienses en nada. Tranquilo, estoy tranquilo. No me pasa nada. Estoy tranquilo así. Me quedo así quieto. Estoy esperando. No tengo que pensar. No me pasa nada. Estoy tranquilo, el tiempo pasa y yo estoy tranquilo porque no pienso en nada. Es cuestión de aprender a no pensar en nada, de fijar la mirada en la pared, de hacer que tú quieras hacer porque tu libertad sigue existiendo también ahora. Eres un ser libre para dibujar cualquier dibujo o bien para hacer una raya cada día que vaya pasando como han hecho otros, y cada siete días una raya más larga, porque eres libre de hacer las rayas todo lo largas que quieras y nadie te lo puede impedir.
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Victorita, a la hora de la cena, riñó con la madre.
-¿Cuándo dejas a ese tísico? ¡Anda, que lo que vas a sacar tú de ahí!
-Yo saco lo que me da la gana.
-Sí, microbios y que un día te hinche el vientre.
-Yo ya sé lo que me hago, lo que me pase es cosa mía.
–¿Tú? ¡Tú qué vas a saber! Tú no eres más que una mocosa que no sabe de la misa la media.
-Yo sé lo que necesito.
-Sí, pero no lo olvides; si te deja en estado, aquí no pisas.
Victorita se puso blanca.
-¿Eso es lo que te dijo la abuela? La madre se levantó y le pegó dos tortas con toda su alma. Victorita ni se movió.
-¡Golfa! ¡Mal educada! ¡Que eres una golfa! ¡Así no se le habla a una madre!
Victorita se secó con el pañuelo un poco de sangre que tenÍa en los dientes.
-Ni a una hija tampoco. Si mi novio está malo, bastante desgracia tiene para que tú estés todo el día llamándole tísico.
Victorita se levantó de golpe y salió de la cocina. El padre había estado callado todo el tiempo.
-¡Déjala que se vaya a la cama! ¡Tampoco hay derecho a hablarla así! ¿Qué quiere a ese chico? Bueno, pues déjala que lo quiera, cuanto más le digas va a ser peor. Además, ¡para lo que va a durar el pobre!
Desde la cocina se oía un poco el llanto entrecortado de la chica, que se había tumbado encima de la cama.
-¡Niña, apaga la luz! Para dormir no hace falta luz. Victorita buscó a tientas la pera de la luz y la apagó.”
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"¡Cuántos días sin importancia! Los días sin importancia que habían transcurrido desde mi llegada me pesaban encima, cuando arrastraba los pies al volver de la Universidad. Me pesaban como una cuadrada piedra gris en el cerebro.
El tiempo era húmedo y aquella mañana tenía olor a nubes y a neumáticos mojados... Las hojas lacias -y amarillentas caían en una lenta lluvia desde los árboles. Una mañana de otoño en la ciudad, como yo -había soñado durante años que sería en la ciudad el otoño: bello, con la naturaleza enredada en las azoteas de las casas y en los troles de los tranvías; y sin embargo, me envolvía la tristeza. Tenía ganas de apoyarme contra una pared con la cabeza entre los brazos, volver la espalda a todo y cerrar los ojos.
¡Cuántos días inútiles! Días llenos de historias, demasiadas historias turbias. Historias incompletas, apenas iniciadas e hinchadas ya como una vieja madera a la intemperie. Historias demasiado oscuras -para mí. Su olor, que era el podrido olor de mi casa, me causaba cierta náusea... Y sin embargo, habían llegado a constituir el único interés de mi vida. "
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Estaba enfermo y sin un real, pero se suicidó porque olía a cebolla.
-Huele a cebolla que apesta, huele un horror a cebolla.
-Cállate, hombre, yo no huelo nada, ¿quieres que abra ventana?
-No, me es igual. El olor no se iría, son las paredes las que huelen a cebolla, las manos me huelen a cebolla.
La mujer era la imagen de la paciencia.
-¿Quieres lavarte las manos?
-No, no quiero, el corazón también me huele a cebolla.
-Tranquilízate.
-No puedo, huele a cebolla.
-Anda, procura dormir un poco.
-No podría, todo me huele a cebolla.
-Oye,¿ quieres un vaso de leche?
-No quiero un vaso de leche. Quisiera morirme, nada más que morirme muy de prisa, cada vez huele más a cebolla.
-No digas tonterías.
-¡Digo lo que me da la gana! ¡Huele a cebolla!
El hombre se echó a llorar.
-¡Huele a cebolla!
-Bueno, hombre, bueno, huele a cebolla.
-¡Claro que huele a cebolla! ¡Una peste!
La mujer abrió la ventana. El hombre, con los ojos llenos de lágrimas, empezó a gritar.
-¡Cierra la ventana! ¡No quiero que se vaya el olor a cebolla!
-Como quieras.
La mujer cerró la ventana.
-Oye, quiero agua en una taza; en un vaso, no.
La mujer fue a la cocina, a prepararle una taza de agua a su marido.
La mujer estaba lavando la taza cuando se oyó un berrido infernal, como si a un hombre se le hubieran roto los dos pulmones de repente.
El golpe del cuerpo contra las losetas del patio, la mujer no lo oyó. En vez sintió un dolor en las sienes, un dolor frío y agudo como el de un pinchazo con una aguja muy larga.
-¡Ay!
El grito de la mujer salió por la ventana abierta; nadie le contestó, la cama estaba vacía.
Algunos vecinos se asomaron a las ventanas del patio.
-¿Qué pasa?
La mujer no podía hablar. De haber podido hacerlo, hubiera dicho:
-Nada, que olía un poco a cebolla.
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El Antoliano abrió la cochiquera y tan pronto el marrano asomó la cabeza le prendió por una oreja con su mano de hierro y le obligó a tumbarse de costado, ayudado por el Malvino, el Pruden y el José Luis. Los chiquillos, al ver derribado el cochino –que bramaba como un condenado y a cada berrido se le formaba en torno al hocico una nube de vapor–, se envalentonaron y comenzaron a tirarle del rabo y a propinarle puntapiés en la barriga. Luego, entre seis hombres, tendieron al animal en el banco y el Nini le auscultó, trazó una cruz con un pedazo de yeso en el corazón y cuando el tío Ratero acuchilló con la misma firmeza con la que clavaba la pincha en el cauce, el niño volvió la espalda y fue contando, uno a uno, los gruñidos hasta tres. De pronto, el Pruden voceó:
—¡Ya palmó!
El Nini, entonces, dio media vuelta, se aproximó al cerdo y, con dedos expeditos, introdujo una hoja de berza en el ojal sanguinolento para reprimir la hemorragia y, finalmente, abrió la boca del animal y le puso una piedra dentro.
Los hombres hacían corro en derredor suyo y las mujeres cuchicheaban más atrás. Se oyó apagadamente la voz de la Sabina:
—¡Qué condenado crío! Cada vez que lo veo así me recuerda a Jesús entre los doctores.
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Yo daría lo que fuese porque tú fumases rubio, Mario, que te parecerá una tontería, o por lo menos emboquillado, hace otra cosa, y no ese tabaco tuyo, hijo, que ya no se ve por el mundo, nunca he podido con él, que cada vez que en una reunión te pones a liar uno, me enfermo, como lo oyes, que luego ese olor, a pajas o qué sé yo, a saber qué gusto puedes sacarle a esa bazofia, que si siquiera fuese elegante o así, vaya, pero liar un cigarro, lo que se dice liarlo, ya no se ve más que a los patanes, ni los hijos de las porteras, si me apuras, que te queman la ropa y te pones hecho un asco, como yo digo. Claro que dirás tú que a ti la ropa qué, que ésa es otra, que nunca te dio por ahí, que me has hecho pasar unos apuros que ni imaginas, hijo, siempre hecho un adán, que yo no sé qué arte te das que a los dos días de estrenar un traje ya está para la basura, que ni sé cómo me enamoré de ti, francamente, que el traje marrón aquel, el de las rayitas, me horrorizaba, que yo me hacía ilusiones de cambiarte, pero ya, ya, genio y figura, a esa edad ya se sabe, romanticismo pero ni tanto ni tan calvo, Mario, calamidad, que bien poca suerte he tenido contigo en este aspecto, que me has hecho sufrir más que otro poco.